Empecemos por lo bueno: el entorno, el lobby, las habitaciones. Muy lindo, muy bien puesto.
Lo malo: experiencia de hotel muy pobre. Llegamos y nos enteramos que el restaurante estaba cerrado y reabria sus puertas dos días después. Ni idea por qué, no lo dijeron. Alternativas: caminar al hotel lindero, delivery de pizzas, o viajar a Puerto Iguazú a cenar (obviamente sumando transporte). Una barra vacía, sin personal, sin poder tomar un trago al bajar el sol al lado de la pileta. Lobby vacío el fin de semana, sin vida, sin personal... Muy inconsistente, sobre todo cuando uno se hospeda en el medio de la selva y depende de su hotel y los servicios, necesita servicio y vida de hotel. Selvaje no la tuvo excepto el último día que nos regresábamos, lo cual fue tarde. Una pena.